lunes, 26 de octubre de 2009

Ticiana

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Había una vez una hermosa niña llamada Ticiana; el lugar en que vivía ticiana era muy lindo y alegre, pero al frente de su casa había un espeluznante y terrorífico castillo abandonado.
Una noche fría y tormentosa, Ticiana celebró hallowen en su casa, con sus amigas y un grupo de niños. Uno de los niños contó la leyenda del castillo que estaba enfrente.
Contaba la leyenda que a la medianoche, cuando había luna llena y cielo despejado, un espeluznante y malhumorado fantasma aparecía, pero no para asustar gente, sino para extinguir el Hallowen, y ser así el único fantasma en el mundo. Ademas contaba la leyenda que atormentaría a la gente, pero nadie supo cómo.
Cuando los niños se dieron cuenta ya eran las doce de la noche. Había una llena y de repente las luces se apagaron; se comenzaron a oír voces agudas, burlonas y extrañas; cuando las luces se encendieron de nuevo sólo quedaban Ticiana y dos amigas.
Lo peor era que estaban encerradas allí, con ese fantasma. Ticiana y sus amigas comenzaron a pensar:
Si encontramos el punto débil del fantasma, lo venceremos y saldremos de aquí.
El fantasma era muy presumido; así que pensaron que burlarse de él sería la solución.
Cuandoel fantasma apareció, las chicas comenzaron a burlarse de él y, al parecer, funcionó, porque el fantasma se marchó para siempre.
Estaba lloviendo, pero las chicas sabían que era porque las criaturas de hallowen festejaban. Desde la ventana se podía ver, con la luz de los relámpagos, la silueta de aquel castillo abandonado.
¿Quién dijo que estaba vacío?
A medianoche comenzó a salir una nube por su chimenea y una bandada de murciélagos revoloteó a su alrededor. Adentro, destellos de luz comenzaban a brillar; una veintena de músicos iban y venían, acomodando sus instrumentos. Cuando estuvieron listos, una decena de elegantes brujas descendió por las escaleras y, al compás de una polca, comenzaron a bailar. Desde allí, una bruja les gritó:
¡Gracias por ayudarnos!

PRESUMIDA

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Elizabeth, la más agrandada de todo el barrio, fue a festejar Hallowen con sus amigas.
Cuando terminó la fiesta, ella y sus amigas se fueron a la mansión embrujada.
Elizabeth tomó un collar de oro y diamantes con una piedra rosa en medio.
Detrás de la piedra decía 1000.
Elizabeth, intrigada por tan hermoso collar, se lo puso.
De pronto las luces se apagaron y comenzó a escuchar una voz que decía repetitivamente:
Dame el collar. Dame el collar.
Cuando por fin logró encender las luces, apareció a su lado el esqueleto de una mujer con pelo largo, biquini, cartera, minifalda, botas de taco alto, celular y anteojos de sol.
De repente aparecieron en el patio de la mansión.
Estaba lleno de grandes piedras.
El esqueleto le dijo:
Si no te sacas el collar, la piedra en la que estás parada te tragará viva.
Elizabeth intentó sacarse el collar pero no lograba quitárselo.
Dio un grito desesperado, mientras la piedra la absorvía.
Apareció el esposo de la esqueleta y exclamó, muy enojado:
¡Mujer infernal, me tienes harto! ¡Dejá de molestar a las personas con ese estúpido collar!
Y se lo rompió de un tirón.
Elizabeth quedó libre.
Salió corriendo tras sus amigas y nunca más volvieron a la mansión.

MURMULLOS EN EL AIRE

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Había una vez una niña llamada Clodomira.
Un día, cuando Clodomira salió al parque con sus amigas, ellas le dijeron que no tomara el camino del cementerio para volver a su casa, porque contaba la leyenda que en las noches de frío, viento y luna llena aparecía el tenebroso esqueleto de una mujer sin cabeza, con manto negro, que se llevaba a los niños a un sitio infernal.
Clodomira no les hacía caso y se reía de eso. Esa noche tomó el camino hacia el cementerio.
Mientras cruzaba las aterradoras tumbas, el viento comenzó a soplar muy fuerte.
Empezó a escuchar ruidos extraños.
Clodomira iba de tumba en tumba, sin poder hallar el camino correcto. Cada vez estaba más oscuro, y el viento soplaba más fuerte. Sus piernas comenzaron a temblar de miedo y su corazón se aceleró.
Los ruidos eran cada vez más cercanos a ella y no lograba encontrar la salida del cementerio. Oyó gritos y se asustó muchísimo. Los gritos fueron acercándose hasta que escuchó que alguien murmuraba en sus oídos, muy muy cerca de ella.
Temblando, se dio vuelta y vio un esqueleto sin cabeza, como decía la leyenda.
Deseperada del susto, gritó, pero nadie la escuchó.
El esqueleto, riéndose de ella, gritó más fuerte aún, para aturdirla y confundirla.
Clodomira, de pronto, sintió una extraña sensación. No supo dónde estaba, ni qué pasaba.
Comenzó a correr, pero el esqueleto la inmovilizó.
Se formó un tornado alrededor de Clodomira y la arrastró bajo tierra.
Abajo estaba todo cubierto de fuego. Espíritus malvados se reían y le quitaban la fuerza. Clodomira no podía moverse.
En el fondo se encontró con un demonio en llamas. Todo su cuerpo era de fuego.
El demonio empezó a caminar hacia ella, para agarrarla. Clodomira intetaba huir, pero no podía, estaba inmóvil, sin fuerzas.
Cuando pensó que ya estaba perdida, porque el demonio continuaba acercándose, desde lo alto del tornado, apareció una mano grande y celeste, que la ayudó a subir de vuelta a la superficie.
Los padres, que habían estado buscándola, la encontraron dormida en el cementerio y la llevaron de vuelta a su casa. Clodomira les contó lo que había pasado, pero ellos le dijeron:
No te preocupes, Clodomira, seguro que has tenido una pesadilla.

Al día siguiente, Clodomira seguía insistiendo en que le había pasado algo real, y no un sueño, como decían sus padres. Los llevó al cementerio, tironeándolos de la mano, para mostrarles que lo que les había contado era cierto.
Durante un rato todo estuvo normal. Pero al oscurecer se oyeron ruidos, cada vez más cercanos, hasta que frente a ellos apareció el esqueleto. Los tres quedaron inmóviles y los tragó el remolino.
Mientras eran llevados bajo tierra, los padres de Clodomira se convirtieron en dos tontos zombies, que eran revolcados por el tornado.
Llegaron al fondo y vieron el demonio en llamas, acercándose a ellos, que no podían escapar.
Otra vez apareció la gran mano celeste, desde la boca del tornado, y los ayudó a salir.
Pero esta vez, cuando Clodomira volvio a la superficie, el diablo de fuego la sujetó del tobillo y salió junto a ella.
Le quemaba la pierna e intentaba abrasarla.
¿Qué puedo hacer para salvarme del fuego? pensó Clodomira. Y se subió a uin árbol.
¡Necesito agua para apagarlo! Pensó, cuando las llamas subían hacia ella.
Los padres de Clodomira, aún como zombies, giraban alrededor del árbol con los brazos extendidos, como jugando a los avioncitos.
Entonces, desesperada y nerviosa, Clodomira le hizo pis encima al demonio de fuego.
¡Y funcionó!
Las llamas se apagaron y el cuerpo desapareció, largando una nubecita de vapor.
Bajo tierra se oyó una voz chillona que dijo:
¡Ufa! ¡Siempre me pasa lo mismo!
¿Qué nos pasó? ¿Qué fue todo eso? Preguntaron los padres de Clodomira, cuando volvieron a la normalidad.
Ella, riéndose, les contestó:
No sé. ¡Para mí que fue una pesadilla!

PÁNICO EN EL PISO 13

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Juan, Nacho y Fede, de camino al colegio, fueron a buscar a su amigo, Santi, al piso trece de un edificio. Era un frio y tormentoso día de invierno.
Los cuatro amigos apretaron los botones del ascensor, pero se dieron cuenta de que no funcionaban.
Cuando intentaron salir, las puertas del ascensor no se abrieron. Ellos se pusieron un poco asustados al ver que habían quedado encerrados en esa pequeña caja de lata.
Se empezaron a escuchar ruidos y murmullos extraños, con voces semejantes a las del más allá. Intentaron no alterarse, pero estaban cada vez más asustados.
De pronto las luces se apagaron.
Al encenderse de nuevo, Santi ya no estaba más en el ascensor. Había desaparecido.
Qué paso con Santi, se preguntaron. Pero las luces volvieron a apagarse y lo mismo sucedió con Nacho. Y luego con Juan.
Fede se quedó solo. Muy asustado.
En el espejo del ascensor apareció un fantasma aterrador. Le dijo que para salvarse debía hacer algo malo. O nunca volvería a ver a sus tres amigos.
Fede, entonces, bajó hasta la planta baja y, con miedo, incendió un árbol.
El fantasma le dijo que no era suficiente esa maldad. Debía hacer algo peor.
Entonces Fede volvió abajo y quemó tres árboles.
El fantasma, enojado, le dijo que matara a su perro. Pero Fede no quería hacer eso, y ya estaba cansado de que el fantasma lo mandara. Se negó a hacer algo tan malo como eso.
El fantasma, enojadísimo, empezó a sacudir el ascensor, como si estuviera en un terremoto. Fede abrió la puerta y, desesperado, saltó fuera del ascensor.
Cayó dentro de un túnel oscuro y tenebroso. Caminó por el tunel y llegó a una prisión de almas. Encontró allí a sus amigos, entre las almas que estaban encadenadas en la prisión.
Nacho había descubierto que las cadenas no funcionaban cuando el fantasma no los veía. Los cuatro amigos comenzaron a idear un plan para escapar.
Santi distraería al fantasma, Fede los guiaría por el túnel, Nacho y Juan liberarían a las otras almas del lugar.
Una hora después todos los prisioneros huyeron de la prisión, cruzaron el túnel oscuro y llegaron hasta el ascensor. Al entrar, Santi cerró la puerta y enseguida Fede rompió el espejo de un golpe, para que nunca más pudiera volver el fantasma.
Al salir del ascensor los encandiló el sol de un hermoso día de verano.
Juan, Nacho y Fede, de camino al colegio, fueron a buscar a su amigo, Santi, al piso trece de un edificio. Era un frio y tormentoso día de invierno.
Los cuatro amigos apretaron los botones del ascensor, pero se dieron cuenta de que no funcionaban.
Cuando intentaron salir, las puertas del ascensor no se abrieron. Ellos se pusieron un poco asustados al ver que habían quedado encerrados en esa pequeña caja de lata.
Se empezaron a escuchar ruidos y murmullos extraños, con voces semejantes a las del más allá. Intentaron no alterarse, pero estaban cada vez más asustados.
De pronto las luces se apagaron.
Al encenderse de nuevo, Santi ya no estaba más en el ascensor. Había desaparecido.
Qué paso con Santi, se preguntaron. Pero las luces volvieron a apagarse y lo mismo sucedió con Nacho. Y luego con Juan.
Fede se quedó solo. Muy asustado.
En el espejo del ascensor apareció un fantasma aterrador. Le dijo que para salvarse debía hacer algo malo. O nunca volvería a ver a sus tres amigos.
Fede, entonces, bajó hasta la planta baja y, con miedo, incendió un árbol.
El fantasma le dijo que no era suficiente esa maldad. Debía hacer algo peor.
Entonces Fede volvió abajo y quemó tres árboles.
El fantasma, enojado, le dijo que matara a su perro. Pero Fede no quería hacer eso, y ya estaba cansado de que el fantasma lo mandara. Se negó a hacer algo tan malo como eso.
El fantasma, enojadísimo, empezó a sacudir el ascensor, como si estuviera en un terremoto. Fede abrió la puerta y, desesperado, saltó fuera del ascensor.
Cayó dentro de un túnel oscuro y tenebroso. Caminó por el tunel y llegó a una prisión de almas. Encontró allí a sus amigos, entre las almas que estaban encadenadas en la prisión.
Nacho había descubierto que las cadenas no funcionaban cuando el fantasma no los veía. Los cuatro amigos comenzaron a idear un plan para escapar.
Santi distraería al fantasma, Fede los guiaría por el túnel, Nacho y Juan liberarían a las otras almas del lugar.
Una hora después todos los prisioneros huyeron de la prisión, cruzaron el túnel oscuro y llegaron hasta el ascensor. Al entrar, Santi cerró la puerta y enseguida Fede rompió el espejo de un golpe, para que nunca más pudiera volver el fantasma.
Al salir del ascensor los encandiló el sol de un hermoso día de verano.