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Juan, Nacho y Fede, de camino al colegio, fueron a buscar a su amigo, Santi, al piso trece de un edificio. Era un frio y tormentoso día de invierno.
Los cuatro amigos apretaron los botones del ascensor, pero se dieron cuenta de que no funcionaban.
Cuando intentaron salir, las puertas del ascensor no se abrieron. Ellos se pusieron un poco asustados al ver que habían quedado encerrados en esa pequeña caja de lata.
Se empezaron a escuchar ruidos y murmullos extraños, con voces semejantes a las del más allá. Intentaron no alterarse, pero estaban cada vez más asustados.
De pronto las luces se apagaron.
Al encenderse de nuevo, Santi ya no estaba más en el ascensor. Había desaparecido.
Qué paso con Santi, se preguntaron. Pero las luces volvieron a apagarse y lo mismo sucedió con Nacho. Y luego con Juan.
Fede se quedó solo. Muy asustado.
En el espejo del ascensor apareció un fantasma aterrador. Le dijo que para salvarse debía hacer algo malo. O nunca volvería a ver a sus tres amigos.
Fede, entonces, bajó hasta la planta baja y, con miedo, incendió un árbol.
El fantasma le dijo que no era suficiente esa maldad. Debía hacer algo peor.
Entonces Fede volvió abajo y quemó tres árboles.
El fantasma, enojado, le dijo que matara a su perro. Pero Fede no quería hacer eso, y ya estaba cansado de que el fantasma lo mandara. Se negó a hacer algo tan malo como eso.
El fantasma, enojadísimo, empezó a sacudir el ascensor, como si estuviera en un terremoto. Fede abrió la puerta y, desesperado, saltó fuera del ascensor.
Cayó dentro de un túnel oscuro y tenebroso. Caminó por el tunel y llegó a una prisión de almas. Encontró allí a sus amigos, entre las almas que estaban encadenadas en la prisión.
Nacho había descubierto que las cadenas no funcionaban cuando el fantasma no los veía. Los cuatro amigos comenzaron a idear un plan para escapar.
Santi distraería al fantasma, Fede los guiaría por el túnel, Nacho y Juan liberarían a las otras almas del lugar.
Una hora después todos los prisioneros huyeron de la prisión, cruzaron el túnel oscuro y llegaron hasta el ascensor. Al entrar, Santi cerró la puerta y enseguida Fede rompió el espejo de un golpe, para que nunca más pudiera volver el fantasma.
Al salir del ascensor los encandiló el sol de un hermoso día de verano.
lunes, 26 de octubre de 2009
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